Llega el invierno a Porvenir y trae con él una mala noticia: por falta de cartas, cerrarán la oficina de Correos y trasladarán al personal. Los sms, correos electrónicos y whatsapps parecen haber ganado la partida también en medio de las montañas. Sara, la única cartera del pueblo, nació y vive allí con sus tres hijos pequeños. Comparte muchas horas con su vecina Rosa, una mujer de ochenta años que estaría dispuesta a cualquier cosa por evitarle sufrimientos a Sara y a los niños. Pero ¿qué puede hacer una anciana para impedir que las vidas de las personas que más quiere se vean trastornadas? Pues algo tan pequeño como escribir una carta, una que tiene guardada en su corazón desde hace sesenta años...
Libro ameno y desenfadado. Recupera la nostalgia del olvidado y mágico mundo epistolar.
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