Maurice Mostyn es un anfitrión impecable. Su mansión londinense acoge a menudo a huéspedes de toda índole para reuniones de negocios, aunque la naturaleza de estos sea muy poco clara.
Cuando el señor de la casa aparece sin vida en su cuarto de baño, a los invitados no parece sorprenderles ni importarles demasiado.
De hecho, más bien pretenden echar tierra sobre el asunto y olvidarlo cuanto antes. Pero el inspector Hallows no se lo va a poner tan fácil.
La principal hipótesis del caso es la asfixia, ya que, al parecer, la habitación estaba saturada de gas. ¿Fue un desafortunado accidente o un deseo suicida?
Varios detalles dejan, además, perplejo al inspector: la posición del cadáver, el hallazgo de un par de guantes fuera de lugar, las maniáticas disposiciones del anfitrión…
Y luego está la actitud de esos extraños
huéspedes. Ninguno parece estar dispuesto a cooperar, pues todos tienen
una razón más que válida para desear la muerte de Mostyn.
Un misterio que se presenta como un extraño rompecabezas y hay que resolver.
Entre los protagonistas, el autor nos presenta al reverendo Ebenezer Buckle que es un sabiondo y un poco molesto. También tenemos a un detective aficionado un poco excéntrico y su compañero un inspector de policía muy perspicaz que es tolerante, paciente y muy competente.
Las cosas no son lo que parecen y la investigación es minuciosa. Es la típica y clásica novela policíaca británica de los años 30 muy bien escrita.
Es una buena lectura. La descripción de los procesos de la investigación y los pensamientos de todos los implicados está muy bien detallada.
Una novela que te invita a la reflexión, con un final muy bien rematado que para pasar un buen rato es una gran opción y una buena recomendación.
Cortita y que recuerda mucho a las de Agatha Christie. Me ha gustado mucho.
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