El ojo en la mirilla, el dedo acariciando el gatillo, incapaz de disparar. El objetivo: una mujer que lo cautiva.
Poco después, Neil Oldman se topa con esa misma mujer y accede a formar un tándem de delincuentes tan fructífero como apasionado y embutido en un halo de misterio y mentiras.
A partir de ahí, las consecuencias serán tan sorprendentes como duras.
Y es que lo peor que le puede pasar a un asesino a sueldo es no apretar el gatillo cuando tiene la oportunidad.
Porque todo el mundo tiene algún pecado raro que no se atreve a mentar ni con la sesera descansando sobre la almohada, en la más absoluta intimidad, en la seguridad de la noche, ni aunque duerma abrazado a la soledad. Frase extraída de la novela.
Una historia de venganza, pasión, engaños y sorpresa final, dónde se pone de manifiesto que las armas sagaces femeninas ganan por goleada a las masculinas. Un buen remate en el que se descubren los "pecados raros" de los protagonistas. Giros inesperados y en ocasiones destila una fina ironía.
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