Pocos días antes de morir, Nel Abbott estuvo llamando a su hermana, pero Jules no cogió el teléfono, ignoró sus súplicas de ayuda. Ahora Nel está muerta. Dicen que saltó al río. Y Jules se ve arrastrada al pequeño pueblo de los veranos de su infancia, un lugar del que creía haber escapado, para cuidar de la adolescente que su hermana deja atrás. Pero Jules tiene miedo. Mucho miedo. Miedo al agua, miedo de sus recuerdos enterrados largo tiempo atrás, y miedo, sobre todo, de su certeza de que Nel nunca habría saltado… Una novela sobre las historias que nos contamos al recordar nuestro pasado y su poder para destruirnos. A esta autora le he dado una segunda oportunidad ya que la anterior novela, La chica del tren, me pareció una historia banal y plana. Con esta novela no se ha superado, para mi gusto al contrario, me ha decepcionado. Es una novela que no me ha aportado nada, la he leído para ver si mejoraba la trama, ya que la sinopsis pintaba bien y tenía un buen arranque pero ha ido perdiendo fuelle según la iba leyendo. Hacía la mitad más o menos se pone algo interesante, pero enseguida vuelve a flojear. Vamos que el resultado, en mi opinión, es ni fú ni fa. Se deja leer, sin más. Lectura totalmente prescindible, desde luego las hay mejores y me da la sensación de que he perdido el tiempo.
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