Un relato basado en las historias reales de los llamados «bâtards de Boches», más de doscientos mil niños nacidos de las relaciones entre jóvenes francesas y soldados alemanes durante la Ocupación de Francia en la Segunda Guerra Mundial.
Como cada mañana, coincidiendo con el tañido de las campanas de la iglesia, Nathalie saca al escaparate su pastel de manzana. Inmediatamente, el aroma dulce de la masa recién horneada fluye por las callejuelas empinadas de Saint Martin sur Meu, haciendo brotar sonrisas a su paso. Pero cuando alza sus ojos, su mirada se encuentra con otra: fuera de lugar, nueva, desconocida, grande y azul, como el azul lavanda de la fachada de madera del Café Patisserie Maison Blanchard. Tras el desconcierto inicial, Nathalie recobra la sonrisa. Sin embargo aquel hombre, un hombre fuera de lugar, nuevo y desconocido, no se la devuelve, esconde la mirada y se marcha calle abajo con la cabeza gacha bajo la gorra y las manos metidas en los bolsillos.
Una historia de amor preciosa que me ha encantado y ha sido gracias a la generosidad de su autora en una fecha tan señalada como el día del libro, 23 de abril, que nos la ha regalado a sus lectores.
Es un relato corto que se lee en un suspiro pero tan bien escrito y tan lleno de sentimientos que te traslada a un pueblo pequeño de la Bretaña francesa y la descripción de ese delicioso pastel de manzana es tan auténtico que te llegan hasta los olores de su elaboración.
Maravilloso y muy recomendable.
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